viernes, 25 de marzo de 2011

1º de Enero

·         1940: Los judíos de Lodz (Polonia) son concentrados en la vieja ciudad y en le barrios de Baluty.
·         1941: 400 judíos del hospital y del hogar de ancianos de  Kalisz (Polonia) son exterminados con gas en camiones especialmente equipados.
·         1942: Los nazis comienzan la masacre de los judíos de  Eupatoria (Crimea, RSS) pero sus amigos no judíos los asilan fraternalmente. La SS necesitará dos semanas para matar 1.300 judíos.
·         En Turka (Ucrania), Primera Aktion de envergadura contra la comunidad 500 judíos son fusilados en el lugar.
·         Un transporte de alrededor de 1.000 judíos del ghetto de Lodz llega al campo de exterminio de Chelmno. Los deportados son inmediatamente exterminados con gas.
·         Las organizaciones judías del ghetto de Vilna (Lituania) fundan un movimiento de resistencia dirigido por Itzhak Wittenberg, Joseph Glazman y Abba Kovner. Comienza siendo activo en el interior del Ghetto y luego extiende su acción a los alrededores.
·         Un ghetto es creado en Kamionka, un suburbio de Bedzian (Silesia). Los judíos  son internados a la espera de su deportación hacia los campos de exterminio. Hasta el verano de 1943 se señalan numerosas deportaciones parciales con destino a Auschwitz.
·         3.000 judíos de Iwje (Bielorrusia) son deportados a Borisov donde perecen todos.
·         Los últimos 200 judíos de Kozlov (Provincia de Kielce) son deportados al campo de exterminio de Auschwitz.

Para Jamas olvidar

Siempre habrá judíos mientras recuerden. No hay pecado más grande que el olvido.
En 1942, cuando el poeta judío Layser Aychenrand, se escapo de un tren de deportados con destino a Auschwitz y llego sin documentos a Annemasse, en la frontera Suiza, el guardia de aduna le preguntó  su edad. Respondió: “tengo dos mil años…”

Mi diario ....





Espero confiártelo todo, cosa que hasta hoy no he podido hacer con nadie; confío, además, en que tú serás para mí un gran apoyo.
 Anne  Frank,
12 de junio de 1942



Domingo, 14 de junio de 1942.
El viernes 12 de junio me levanté antes de las seis. Cosa nada rara, ya que era el día de mi cumpleaños. Pero, debo decir, que no me permiten levantarme tan temprano: Me vi obligada, por lo tanto, a soportar mi curiosidad, todavía, durante una hora. Al  cabo de 45 minutos, ya no aguanté mas. Me trasladé al comedor, donde estaba Maure, mi gato, que me recibió frotándose la cabeza contra mis piernas y haciéndome mil gracias.
         A las siete, me fui a ver a papá y a mamá, y logré por fin abrir mis regalos en la sala. Mi gran sorpresa fuiste Tú, mi diario, uno de mis más hermosos regalos. Lugo había una ramo de rosas, una plantita, dos ramas de peonías, todo eso vi. aquella mañana sobre la mesa, adornada de flores, seguida de otras tantas durante el día.
         Papá y mamá han sido muy generosos, así como nuestros numerosos amigos y relaciones, que también han sido muy cariñosos. Recibí entre otras cosas, un juego de ludo, muchos bombones, chocolates, un rompecabezas, un cepillo, y libros como “mitos y leyendas neerlandesas”, de Joseph Cohen, “cámara oscura”, de Hilderbrand, “day´s bergvacantie”, libro magnifico, y un poco de dinero que me permitiría comprar “los mitos griegos y romanos”. ¡Que maravilla!...
         Más tarde, Lies pasó a buscarme para ir a la escuela. Durante el recreo ofrecí galletitas a los profesores y alumnos. Después hubo que volver al estudio.
Termino el día por hoy, ¡Querido diario! ¡Te encuentro maravilloso!...
         Ayer por la tarde, tuve mi primera reunión de aniversario. La proyección de la película, “El gurdian del faro”, con Rin-tin-tin, les gusto mucho a  mis compañeros de colegio. Resulto muy bien, y nos divertimos mucho. Éramos bastantes. Mamá quiere saber siempre con quién me gustaría casarme. Ya no pensare más en Meter Wessel. Porque ahora me he esforzado por  quitarle esa idea fija, tratando de hablar de él sin pestañear ni ruborizarme.
Durante años fuimos muy amigos con Lies Goznes y sanne Haoutman. Entretanto, hice amistad con Jopie de Waal en el liceo judío. Siempre estamos juntas y se ha vuelto mi mejor amiga. Lies, aunque todavía la veo con frecuencia, se ha hecho amiga de otra muchacha, mientras que Sanne, que se trasladó a otra escuela, se ha hecho allí de otras amistades.

martes, 22 de marzo de 2011

Un Angel En el Infierno

Por Lawrence Elliott.
De pie en un espacio azotado por el viento, en el campo de concentración de Bergen-Belsen, un grupo de niños andrajosos tiritaba de frio. Era la primera semana de diciembre de 1944, y después de haber logrado sobrevivir 4 años y medio de guerra y muchos meses de encierro, aquellos pequeños niños judíos provenientes de Holanda se encontraban en el desamparo absoluto.
Habían visto a los nazis llevarse a sus familiares en un convoy de camiones de la SS. Nadie sabía a dónde  se los llevaban, pero alguien había oído pronunciar en voz baja los nombres de los campos de la muerte: Auschwitz, Treblinka, Chelmno…
Después de llevarse a los hombres, los camiones regresaron por las madres y hermanos mayores. Luego trasladaron a los niños a las barracas donde hacinaban a las mujeres. Cuando los vehículos volvieron a  alejarse, Gerard Lakmaker, de 11 años, advirtió que sus escasas pertenencias, que llevaba envueltas en un pedazo de tela amarilla, habían desaparecido.
Apiñados en la oscuridad, los niños mayores trataban de calmar el llanto los más pequeños.
En la penumbra de una barraca contigua, Luba Gercak despertó a la mujer que dormía junto a ella. – ¿Oyes eso?- le pregunto- Un niño está llorando.
-no es nada- repuso aquella- Es otra de tus pesadillas.
Luba cerró los ojos con fuerza para tratar de apartar de su mente los recuerdos que la atormentaban.
Ella se había criado en un Shtel, como llamaban en Polonia a las aldeas judías. Siendo apenas adolescente, se caso con un ebanista llamado Hersch Gercak, con el cual tuvo un hijo que le pusieron por nombre Isaac. Hubieron querido tener más hijos, pero entonces estallo la guerra y fueron arrastrados por sus cataclísmicos efectos. Los nazis subieron a casi todos los judíos de la región  en carros tirados por caballos y los llevaron a Auschwitz-Birkenau, el campo de concentración donde se perpetraban los peores crímenes.
Al pasar por las puertas del campo, Luba abrazo a su hijo con todas sus fuerzas, pero unos agentes de la SS se lo arrebataron y se lo llevaron. Los gritos del niño, de tres años, resonaron en sus oídos mientras aquellos lo metían en un camión junto con otros prisioneros, demasiado viejos para trabajar. Al poco rato, el vehículo partió hacia la cámara de gas. Los días siguientes fueron de terrible dolor. Luego, la mujer vio pasar un camión que arrastraba el cadáver de su esposo.
Luba ya no quería vivir, pero una  fortaleza surgida del fondo de su ser no la dejo darse por vencida. Pensó que quizás D”s  le tenía reservada  una misión. Con la cabeza rapada y el numero 32967 tatuado en un brazo, consiguió que le asignaran un trabajo en el “hospital” de Auschwitz, el barracón adonde llevaban a los enfermos dejarles morir.
Transcurrieron días interminables y noches llenas de terror. Luba aprendió alemán, y eso le permitió mantenerse alerta. Cierto día oyó que unas enfermeras iban a ser trasladadas a otro campo en Alemania; entonces se ofreció a ir con ellas. En diciembre de 1944 la enviaron a Bergen-Belsen. Allí no había cámaras de gas, pero las ejecuciones sumarias lo habían convertido en un centro d exterminio espantosamente eficaz.
Con la cercanía de los aliados y la inminencia de la derrota nazi, las condiciones del campo empeoraron. Día y noche llegaban camiones y trenes llenos d prisioneros, que eran hacinados en unas barracas ruinosas e infestadas de bichos.
Sin poder conciliar el sueño en su camastro. Luba volvió a oír el llanto de un niño. Esta vez corrió hasta la puerta y con gran azoro contemplo el triste espectáculo de un grupo de niños aterrados y muertos de frio. Les hizo señas para que se acercaran, pero solo algunos lo hicieron, recelosos como estaban.
-¿Qué sucedió?- les pregunto en voz baja -¿Quién los tajo aquí?- En un alemán chapurreado, Jack Rodri, uno de los 54 chicos, le explico que varios agentes de la SS los habían llevado allí sin decirles donde se encontraban. La mayor era una chica de 14 años llamada Hetty Werkendam, quien sostenía en brazos a Stella  Degen, de dos y medio. En el grupo había incluso bebés. Luego de tomar  a Jack de la mano, Luba les indico que la siguieran.
Algunas mujeres trataron de impedir que metiera niños en la barraca, pues sabían lo fácil que era despertar la ira de los guardias, pero Luba no se arredró. Estaba persuadida de que tenía que proteger a aquellos inocentes reprendió a las otras:
-Que harían si fueran sus hijos? ¿No ven que estos pequeños  necesitan ayuda?
Entonces hizo entrar a los niños al lóbrego recinto.
Al día siguiente, Jack Rodri le conto lo que les había ocurrido. Al principio, los nazis no se habían ensañado con ellos porque sus padres eran los principales talladores de diamantes de Ámsterdam, los alemanes los necesitaban. Pero al final los fanáticos racistas del alto mando nazi se impusieron, y los joyeros fueron enviados a Bergen-Belsen junto con sus familias. Poco después separaron a los niños de sus padres y los abandonaron donde Luba los había encontrado.
Esta agradeció a D”S que le hubiera llevado a aquellos niños y que le hubiera dado así un nuevo sentido a su vida. Estaba resuelta a protegerlos y a evitar que los asesinaran como a su hijo.
Consciente de que no podía esconderlos, fue a enterar de lo ocurrido a un agente de la SS.
-Deje que me haga cargo de ellos- le pidió, poniéndole una mano en el brazo –le doy mi palabra de que no causaran ningún problema.
-usted es enfermera- respondió el agente- ¿Por qué le preocupan estos judíos mugrosos?
-Porque también soy madre- le dijo – Y porque perdí a mi hijo en Auschwitz.
Mientras pensaba en lo que Luba acababa de decirle, el agente se percato0 que le seguía tocando el brazo. No estaba permitido que los prisioneros tocaran a los alemanes, así que le dio un puñetazo en plena cara y la arrojo al suelo.
La mujer se puso en pies con la boza sangrante, pero no desistió.
-Usted tiene edad para ser abuelo- lo increpo- ¿Por qué hacerles daño? Se van a morir si nadie cuida de ellos.
Conmovido quizá, o tal vez porque no quería decidir qué hacer con los niños, el hombre cedió por fin:
-Quédese con ellos. Por mí, que se vayan al infierno.
Pero Luba aun no terminaba.
-tienen mucha hambre- le dijo – Deje que les lleve un poco de pan.
El agente le dio un vale para que lo canjeara por dos hogazas. Sin embargo, cuando Luba fue al almacén acompañada por tres de los chicos, tomo los dos panes y luego distrajo al encargado para que pudieran robarse algunos más.
En adelante, la comida se volvió su principal preocupación. Las raciones establecidas (medio tazón de sopa y una rebanada de pan negro) apenas si alcanzaban para no morirse. Así pues, Luba salía en las mañanas a rondar el almacén, l cocina y la panadería para pedir, canjear y robar comestibles. Los niños aguardaban apiñados en la puerta a verla regresar.
-¡ahí vienes!-exclamaban-¡Y nos trae comida!
La llamaban Hermana Luba y le tenían el mismo cariño que a sus madres, pues ella atendía sus necesidades, los cuidaba cuando enfermaban y les cantaba en las noches para que se durmieran. Los pequeños no  entendían sus palabras, pero si entendían que la movía el amor. Y a pesar de las atrocidades que los nazis continuaban cometiendo, había logrado mantener vivos a “sus” niños.
Pasaron los meses del invierno, y los prisioneros de Bergen-Belsen se fueron enterando de que los aliados ya estaban cerca. Al llegar la primavera de 1945, los alemanes trataron de deshacerse de los cadáveres que había en todo el campo, pero fue en vano: se desato un brote de disentería que dejo a los niños deshidratados e indefensos contra la fiebre y los dolores de cabeza del tifus.
En una de las barracas murió otra niña de Ámsterdam: Anna Frank. De los niños de Luba, varios enfermaron. Ella pasaba largas horas alimentando a los que no podían comer por si solos, tocándoles las frente y los labios para ver si tenían fiebre y dándoles a los que mas sufrían las pocas aspirinas que conseguía. En tanto, le pedía a D”s un milagro.
Este se produjo el domingo 15 de abril de 1945, cuando una columna de tanques británicos entro en Bergen-Belsen. Por los altavoces se oyó un mensaje en varios idiomas: “¡Son Libres! ¡Son libres!”.
Los aliados llegaron con fármacos y médicos, pero para muchos fue demasiado tarde. Había miles de cadáveres por todo el campo, y de los 60.00 prisioneros restantes, alrededor de 15.000 murieron después de la liberación.
De los 54 niños que Luba había socorrido desde hacia 18 semanas, todos sobrevivieron, menos dos. Cuando recobraron fuerzas  suficientes para viajar, un avión militar británico los traslado a Holanda. Luba los acompaño y cuido de ellos todo el tiempo. Posteriormente, un funcionario holandés escribió: “estos niños sobrevivieron gracias a ella. Los holandeses le debemos mucho por todo lo que hizo”.
Los pequeños fueron alojados en albergues mientras se hallaba la manera d reunirlos con sus madres, de las cuales casi todas estaban con vida. Más tarde, por petición dela cruz roja internacional, Luba acompaño a Suecia a 40 niños rescatados de varios otros campos de concentración que quedaron huérfanos durante la guerra. Tanto ellos como Luba iban a comenzar allí una nueva vida.
Luba conoció en Suecia a sol Frederick, quien también  había sobrevivido al holocausto. Contrajeron matrimonio y luego emigraron a Estados Unidos, donde tuvieron dos hijos. Sin embargo, ella jamás  olvidó a los chicos holandeses.
Dondequiera que se establecieron, casi todos esos muchachos prosperaron. Jack Rodri acabo viviendo en Los Ángeles, donde logro triunfar  como empresario; Hetty Werkendam se dedico al negocio inmobiliario y también tuvo éxito, y Gerard Lakmaker se convirtió en un rico fabricante.
Stella Degen-Fertig no recordaba nada de Bergen-Belsen, pero su madre le conto lo mucho que le debía a una mujer llamada Luba. Stella se preguntaba donde encontraría a su protectora.
Otros decidieron buscarla. Más de cinco años después dela liberación, Jack Rodri se las arreglo para contar la historia en un programa televisivo.
-Si alguien sabe donde se encuentra -dijo-, por favor, comuníquense a esta estación.
Por fin alguien telefoneo y aseguro que Luba vivía en Washington, D.C.
Jack se comunico de inmediato con ella, y antes de una semana se encontraron en el apartamento de Luba. Allí se abrazaron  y lloraron sin reservas.
Años después, Lakmaker, quien vivía en Londres, empezó a organizarle un homenaje. Los pocos que ya se habían reunido emprendieron una afanosa búsqueda delos demás.
Una esplendorosa tarde de abril de 1995, el el quincuagésimo aniversario de su liberación, unos 30 hombres y mujeres que en su mayoría no se habían visto desde la infancia se reunieron en el ayuntamiento de Ámsterdam, a rendir tributo a Luba.
Embargado de emoción, el vicealcalde, en el nombre de la reina Beatriz  le otorgo la medalla de Plata Honorifica por servicios humanitarios. Luba estaba conmovida; no sabía que habría tantos reporteros allí ni que un funcionario pronunciaría un discurso.
Al término d la ceremonia, Stella Degen-Fertig se le acerco y le dijo con un nudo en la garganta:
-he pensado en usted toda mi vida. Mi madre me dijo siempre que le debía la vida a una mujer llamada Luba y que nunca debía olvidarlo.
Sin poder contener más el llanto, la abrazo y le dijo al oído:
_nunca la voy a olvidar.
Luba la estrecho con fuerza y miro a los demás con los ojos arrasados.
Aquella era su recompensa: estar con “sus” niños, volver a sentir el amor que los salvo a todos de hundirse en las sombras dela muerte.





La casa Refugio


Una lluviosa mañana  de invierno, un gentío guarecido con paraguas se agolpa ante el edificio de cuatro pisos marcado con el número  263 de la calle Prinsengracht, en Amsterdam. Llueva o no, el lugar es muy concurrido, y las filas de visitantes llegan a la esquina. Todos aguardan su turno para subir la empinada escalera que conduce al anexo secreto donde, hace  mas de 50 años, una muchacha llanada Anna Frank escribió un diario que ha conquistado corazones en el mundo entero.
Adosado a la parte trasera del edificio, el anexo consta de dos pisos y un desván  y alberga cuatro habitaciones pequeñas. Las angustiadas almas que allí se escondieron de sus perseguidores nazis desaparecieron hace mucho. Si su historia perdura, medio siglo después de que fueron traicionadas y aprehendidas, es gracias a la pluma de Anna.
Durante los 25 meses que permanecieron confinados en eses espacio, los ocho fugitivos (dos familias más un adulto) se dormían y despertaban sobresaltados, se exasperaban unos a otros, y sus incontables horas de aburrimiento eran interrumpidas con frecuencia por episodios de terror inaudito.
Pero el espíritu de Anna nunca flaqueó. Apenas tres semanas antes del fin, expresó con sorprendente perspicacia por qué sus convicciones se mantenían incólumes:                              “a pesar de todo, sigo creyendo que la gente es buena en el fondo. No podría construir mi vida sobre cimientos de caos, sufrimiento y muerte.  Veo al mundo hundirse cada vez más en la barbarie; oigo el retumbo de los cañones que se acercan; siento el tormento de millones. Y  aun así, cuando miro al cielo, algo me dice que esta crueldad terminará y que volverán a reinar la paz y la tranquilidad
Cuando el diario se publicó, su resonante sí a la vida ante la amenaza de la muerte conmovió a millones de lectores en todas partes. Su versión original en holandés se ha traducido a 55 idiomas, y en total se han vendido 25 millones de ejemplares. En Estados Unidos, el Diary of a Young  girl se ha venido imprimiendo sin cesar hasta el día de hoy.
Nada ejemplifica mejor la perenne actualidad de Anna Frank que la cantidad  de personas (9000 en 1960 y 600.000 en 1994) que acuden a visitar el callado edificio en la calle Prinsengracht.
Anneliese Marie Frank, nació el 12 de junio de 1929 en Fráncfort del Main, Alemania, descendiente de judíos que se habían establecido allí generaciones atrás. Su padre, Otto Heinrich Frank, fue oficial del ejército alemán durante la primera guerra mundial, pero cuando Adolf Hitler llegó al poder e hizo de los judíos los chivos expiatorios de los males del país, se mudó a Amsterdam con su familia. Para diciembre de 1940 había instalado un comercio de especias y hierbas de olor en el 263 de la calle Prinsengracht, un ruinoso edificio del siglo XVII, a la orilla de una canal bordeado de árboles. El escaso personal del establecimiento lo tenía por patrón justo y considerado.
Anna fue feliz durante sus primeros años en Amsterdam. El agradable suburbio donde vivía con su familia la hizo ir olvidando sus raíces alemanas y terminar por amoldarse a las costumbres holandesas. Se  decía que su hermana Margot, tres años mayor que ella, era más inteligente y bonita, pero Anna la aventajaba en popularidad porque era  extrovertida, ocurrente y encantadora. Le gustaban las películas, la mitología griega y los muchachos.
En mayo de1940 las fuerzas de Hitler pisotearon la neutralidad de Holanda y ocuparon el país. La policía nazi comenzó  a concentrar a los judíos  en febrero  del año siguiente y, siete meses después, Anna y Margot Frank tuvieron que ingresar a una escuela exclusiva para niños judíos. En abril de 1942 se obligó a los judíos a llevar una estrella amarilla cosida en un lugar visible de la ropa.
Anna comenzó a escribir su diario el 12 de  junio de 1942, en una libreta con tapas de cuadros rojos y blancos que sus padres le regalaron ese día con motivo de su decimotercer cumpleaños. En las primeras páginas abunda el chismorreo colegial, pero a la vuelta de una semana la muchacha anoto: “20 de junio. Se ha obligado a los judíos a entregar sus bicicletas. Se les ha prohibido subir a los tranvías y a viajar en auto, aunque el auto sea suyo. Tampoco pueden estar en la calle  entre las 8 de la noche y las 6 de la mañana. Ni salir al jardín de su casa después de las 8 de la noche
El padre de  Anna había hecho  preparativos para ocultar a su familia en los cuartos deshabitados que había detrás de su establecimiento. Pasó muchos domingos subiendo con sigilo artículos de primera necesidad, muebles y cajas de comida  en latada  al anexo secreto. Como sabía  que no podía prescindir de cierta ayuda del exterior, confió su proyecto a cuatro empleados: Johannes Kleiman, Victoria Kluger y dos jóvenes secretarias Miep Gies y Bep Voskuijil.  Por entonces Anna escribió: “5 de julio. Hace unos días  papá comenzó a decir que nos iremos a un escondite. Su tono de voz era muy serio y me asustó “no te inquietes”, me dijo “saborea tu libertad mientras puedas”. ¡Ojala sus lúgubres palabras nunca se hagan realidad!
Apenas horas después de hecha  esta anotación su hermana Margot, entonces de 16 años, recibió una citación de la SS, la policía nazi: debía presentarse al día siguiente por la tarde ante los funcionarios para ser enviada a un campo de  trabajo en Alemania.  El proyecto de Otto Frank no podía esperar más. A primera hora de  la mañana la familia desapareció sin dejar rastro. Margot salió antes que todos: se arranco la estrella amarilla, monto en una bicicleta de contrabando y, acompañada de Miep, enfiló al escondite bajo un aguacero. Anna y sus padres siguieron a pie.  Cada uno llevaba una mochila escolar y una bolsa de compras repleta de toda clase de cosas.
Habían renunciado a cuanto le importaba en el mundo, menos permanecer juntos. Por acuerdo previó, unos días más tarde se les unió en el escondite otra familia, judía en peligro Hermann van Pels, compañeros de Otto en el comercio, su esposa y su hijo de 15 años, Peter. Se puso en circulación   el rumor de que los Frank había huido a Suiza.
11 de julio. Parece como si estuviéramos de vacaciones en una extraña pensión. Aunque hay humedad y el suelo esta desnivelado, no creo que haya un refugio más cómodo en toda Holanda. Nuestro dormitorio se veía muy vacío con las paredes desnudas, pero gracias a papá, que cargó con mi colección de retratos de estrellas de cine,  lo  tapicé de carteles.
La habitación que compartían Anna y Margot, larga y estrecha estaba situada junto a las de sus padres. La familia Von Pels ocupaban los otros dos cuartos. Un estante de libros  giratorio, hecho a la medida, ocultaba la única entrada al anexo, cuyas ventanas estaban totalmente cubiertas por cortinas oscuras.
Los fugitivos tomaban precauciones extremas hasta para las tareas más sencillas, como cocinar, tirar la basura y usar el baño. Para no ser oídos por los almaceneros del negocio, que no sabían de su presencia en el edificio, en las horas laborales de la semana hablaban en voz baja y, si tenían que caminar, lo hacían de puntillas y descalzos.
El verano de 1942 transcurrió en un tedio absoluto. En noviembre Miep les contó que su dentista Fritz Pfeffer, estaba buscando con desesperación un lugar donde esconderse. Los Frank lo acogieron con hospitalidad: Margot se mudo a la habitación de sus padres y Anna compartió la suya con él.
Los cuatro empleados leales de Otto visitaban al terminar la jornada de trabajo, una vez que se iban los demás, para llevarles comida, artículos difíciles de conseguir (jabón, pasta de dientes, aspirinas), libros y revistas. Jamás han dicho ni una palabra de queja  por la carga que seguramente somos para ellos, escribió Anna.
La muchacha les pedía con impaciencia noticias de sus amigos, pero nunca eran buenas. Por un receptor clandestino escuchaban los informes de la BBC, la cadena de radio británica, acerca de las deportaciones masivas llevadas a cabo por los nazis. Cuándo Fritz Pfeffer llegó, les dijo que las fuerzas de ocupación estaban registrando casa por casa buscando judíos.
Muchas veces, cuando es de noche, me asomo a la ventana y veo pasar largas procesiones de gente inocente. A todos los llevan al matadero. Me siento culpable por tener una cama tibia en donde dormir, y me horroriza pensar en mis amigos, que hoy están a merced de los monstruos más desalmados que ha habido en el mundo ¡y todo por ser judíos! (…) pero no diré más. ¡Estos pensamientos me hacen tener pesadillas!
Muchas de sus pesadillas eran reales. En cierta ocasión en que unos ladrones allanaron  el almacén, llego la policía y registro el edificio, mientras los ocho fugitivos guardaban silencio en el anexo.   Oímos pasos en la escalera… ¡y un traqueteo en el estante de libros! “¡estamos perdidos!” dije. Pero los pasos se alejaron, y el peligro pasó…por el momento.
Cuando Anna lleno su libreta hasta la última página, Miep le llevo de la oficina hojas sueltas y libros de contabilidad en blanco, y el relato continuó. El diario era su mejor amigo, escribió, y en él dejaba volar su imaginación con la libertad que tanto ansiaba. Me siento como un pájaro cantor al que le han cortado las alas y que se arroja en vano contra los barrotes de su oscura jaula. Dos meses más  tarde se preguntó ¿entenderán algún día que soy una adolescente necesitada de un poco de diversión sencilla?
Al principio había desdeñado al quinceañero Peter Van Pels, al que llamo un muchacho tímido y desgarbado, cuya compañía no sirve de  mucho. Pero al llegar la primavera de 1944 iba a cumplir 15 años, se enamoraron. Se veían en el desván, donde una claraboya se abría al azul cielo. Por ella alcanzaban a ver la punta de un castaño reverdeciente, y las gaviotas que planeaban al viento.
16 de abril ¡Como olvidar la cita de ayer! ¡Si será memorable para una chica el día en que recibe su primer beso…! Papá no quiere que suba tanto al desván, pero la compañía de Peter me gusta y me inspira confianza.
Anna era una asidua lectora (¡Hay tanto por descubrir y aprender!, se maravillaba, y anhelaba  escribir un libro al que pondría por título El anexo secreto, y que estaría basado en su diario. Quisiera llegar a ser periodista. Sé que tengo capacidad para escribir, y me gustaría dejar una obra en la cual seguir viviendo después de morir. ¡Le doy gracias infinitas a D”s por haberme dado este don, que me permite expresar todo lo que llevo dentro!
El 6 de junio de 1944, a las 8 de la mañana, la BBC transmitió noticias del desembarco de los aliados en Normandía. Entre los fugitivos reinó la esperanza ¿sería ese el año de la victoria y la liberación? Anna incluso acarició la idea de volver a la escuela para el siguiente año lectivo. Seis días después cumplió 15 años.
El fin llego la mañana del viernes 4 de agosto, cuando llevaban 761 días escondidos. Hacia las 10.30, un coche se estacionó frente al edificio, y un grupo de policías vestidos de civiles, guiados por uno de uniforme, irrumpieron en el establecimiento. Con las pistolas desfundadas, hicieron que Víctor Kluger los condujera al estante falso y lo abriera. Los ocho judíos quedaron arrestados. Luego llego un camión cubierto y se los llevó junto con Kluger y Johannes Kleiman.
Las dos secretarias, Miep Gies y Bep Voskuijil, esperaron hasta que anocheció para entrar al anexo. Los nazis lo habían saqueado todo y dejaron todo revuelto. Miep se puso a recoger papeles del suelo, y al poco rato tuvo en sus manos algo mucho más valioso que las joyas y el dinero robados: el diario de Anna Frank.
 A la vuelta de un mes, los ocho fugitivos de la calle Prinsengracht, subieron al último tren que llevo prisioneros de Holanda al campo de concentración de Auschwitz en Polonia. Allí los hombres fueron separados de las mujeres, y ya nunca volvieron a verse.
A Anna y Margot se las llevaron al campo de Bergen-Belsen, en Alemania central, donde, al igual que otras decenas de miles de prisioneros, murieron de tifus. Anna falleció en marzo de 1945, después de haber atendido a Margot hasta el último momento y sólo unas semanas antes de que el ejército  británico tomara el campo.
¿Quién los traiciono? Quizás un nuevo almacenero que, al notar la existencia del anexo, codició la recompensa que los nazis pagaban por cada judío que les era entregado. El sospechoso fue investigado en dos ocasiones después de la guerra, pero no llegaron a hacerse cargos en su contra.
Kleiman y Kluger permanecieron prisioneros en Holanda, pero luego volvieron a su trabajo, en el establecimiento de la calle Prinsengracht.
Otto Frank, el único sobreviviente de los ocho judíos, fue liberado de Auschwitz por el ejército soviético en enero de 1945. Tiempo después regresó a Amsterdam, donde se quedo a vivir en casa de Miep Gies y su esposo, Jan. Al saber de la muerte de Anna, Miep le entrego el diario diciendo:
- aquí tiene usted el legado de su hija.
Otto tardó mucho en leerlo. Luego se entrego  a la tarea de copiarlo a máquina de escribir para darlo a conocer entre sus amigos y parientes. Al cabo de un año se publicó con el título de “El anexo secreto” el que Anna había propuesto, con lo cual se cumplió su deseo de llegar a ser escritora.
La prosa vehemente sincera de Anna, rigurosamente corregida por ella misma y animada por una bien lograda tensión novelística, será siempre un recordatorio de lo que perdimos cuando murió. Como anoto alguien en el registro de visitantes del edificio de la calle Prinsengracht: “si solo tuviera derecho a leer dos libros en mi vida, serían la biblia y el diario de Anna Frank”
No paso mucho tiempo para que la gente comenzara llamar a la puerta del 263 de la calle Prinsengracht, pidiendo ver el anexo secreto. Años más tarde, el edificio quedó amenazado por un proyecto de remozamiento urbano, y sólo el clamor del público lo salvó de la demolición. Se creó entonces una fundación dedicada a recaudar fondos para restaurar el edificio y construir una sala de exhibición. Así, el 3 de mayo de1960 se inauguró la Casa de Anna Frank.
Hoy en día, una vez que el visitante pasa el estante giratorio y transpone el estrecho umbral, llega al dormitorio del matrimonio Frank. En una de cuyas paredes cuelga el mapa de Normandía en el que Otto iba trazando el avance de los ejércitos aliados. Junto al mapa hay unas marcas de lápiz con las cuales el comerciante marcaba el crecimiento de los tres muchachos que nunca llegarían a la edad adulta.
A continuación esta el cuarto de Anna. Los carteles de sus estrellas de cine predilectas siguen pegados en la pared, imágenes descoloridas que infundieron alegría e ilusión a su cárcel. Es imposible no percibir aquí la presencia de Anna. Muchos salen del cuarto con lágrimas en los ojos.
Un estudiante estadounidense que hizo el viaje desde Londres para visitar la casa de Anna Frank declaro: “En este lugar Anna se enfrentaba a la muerte y, sin embargo soñaba con la vida que llevaría después de la guerra. Eso nos enseña que lo más importante no es cómo ni cuándo se muere, sino como se vive”.
Otto Frank murió en 1980 a los 91 años de edad, de todos los testigo Miep Gies, ella preferiría que las cosas hubieran ocurrido de otro modo “que Anna y los demás se hubiera salvado aunque el diario se hubiera perdido”.
A pesar de todo, sigo creyendo que la gente es buena en el fondo, escribió Anna. Hasta el día d hoy, ella sigue siendo una luz en las tinieblas de la humanidad.
Selecciones de Reader´s Digest. Octubre de1995, Por Lawrence Elliot.