lunes, 5 de mayo de 2014

Los pedales de Gino Bartali y sus corridas Anti Nazis



 Gino Bartali fue uno de los ciclistas más importantes de Italia antes y después de la II Guerra Mundial. Callado, trabajador, religioso hasta el punto de recibir el sobrenombre de El monje volador, se le identificó tras el conflicto con la parte más conservadora de la sociedad italiana, enfrentándole siempre con el supuestamente más progresista, alegre y vividor Fausto Coppi. Sin embargo, Bartali guardó para sí hasta la tumba el secreto de sus actividades durante la contienda mundial: pedaleando por las carreteras de la Toscana ayudó a cientos de judíos a escapar de la trituradora nazi.

Los papeles perdidos 

La historia permaneció oculta durante décadas. Se destapó tras el fallecimiento de un oscuro contable de Pisa llamado Giorgio Nissim, que había formado parte de varias organizaciones dedicadas a facilitar a ciudadanos judíos su escapada de la Italia fascista. Nissim era el encargado de una trama que conseguía pasaportes y salvoconductos falsos a los fugitivos; el hombre mantuvo ocultos sus diarios personales de la época hasta su muerte, en el año 2000. Sólo entonces sus hijos pudieron leer lo que había escrito en los años más duros del Genocidio, y también los nombres de sus colaboradores de la época. Entre ellos estaba, para sorpresa del mundo entero, el campeón ciclista florentino Gino Bartali.
Un país ocupado y sin carreras

El inicio de la guerra supuso la suspensión inmediata de todas las carreras ciclistas y de casi cualquier competición deportiva de relieve. Para Bartali aquello parecía el final: ganador de un Tour de Francia (1938) y dos Giros de Italia (1936 y 1937), trabajó brevemente como guardia de tránsito, pero no era lo suyo. A la altura de 1941 estaba entrenando otra vez, esperando mejores tiempos. Un par de años después, su país había sido ocupado por tropas alemanas. Los nazis estaban poco conformes con el escaso entusiasmo que la llamada solución final provocaba entre los fascistas italianos, y el régimen de Mussolini se desmoronaba por la presión de los Aliados en el sur.

Un secreto en la bicicleta

Bartali no era un personaje especialmente bien visto entre los fascistas: era independiente, tozudo y se había negado a dedicar a Mussolini su victoria en el Tour de 1938. Con todo, su fama le permitía moverse con tranquilidad por las carreteras del norte de Italia. Aparentemente se ejercitaba; en realidad, los tubos de su bicicleta ocultaban documentos, fotografías y otros útiles necesarios para los documentos que creaba la célula de Nissim, y ejercía de correo entre los falsificadores y los judíos escondidos en casas de la zona o en conventos apartados.

Protegido por su fama

En aquellos años, Bartali conservaba intacta su popularidad entre los italianos. Esto lo benefició incluso cuando la temible SD, la policía de seguridad nazi, comenzó a sospechar de sus viajes. Él mismo era consciente de su fama, y la explotaba en beneficio de la causa. Aili y Andres McConnon narran en su libro Road to Valor que en una ocasión un grupo de judíos y antifascistas que escapaban de Italia en tren tenían que cambiar de convoy en una estación infestada de militares alemanes e italianos. Cuando se acercaba el momento del transbordo, en el andén apareció un extrañamente alegre Bartali, que fue inmediatamente rodeado por sus seguidores y repartió sonrisas y autógrafos a civiles e uniformados. Mientras, los fugitivos consiguieron trasladarse de tren sin ser cazados.

Escondido en el desván

Además de su labor como correo de la resistencia antinazi, Bartali demostró su enorme compromiso ocultando a una familia judía en el desván de su casa. Conocidos suyos antes de la guerra, los Goldenberg vivieron durante meses escondidos en el sollado del ciclista, que los salvó de formar parte de los 10.000 judíos asesinados en Italia. El campeón llegó a ser detenido brevemente, sospechoso de ser poco afecto a las autoridades nazis, pero fue liberado sin juicio por temor a revueltas populares en su apoyo.

Un silencio de 50 años

Lo más curioso es que después de la guerra Bartali no sólo no quiso arrogarse mérito alguno por sus acciones humanitarias, sino que no volvió a hablar de ello. Regresó al ciclismo, ganó otro Giro (1946) y otro Tour (1948) y se convirtió en el símbolo de la Italia más católica y conservadora. Ni siquiera su hijo supo exactamente en qué se había mezclado su padre durante la devastadora guerra. Descubiertas sus actividades con el cambio de siglo, la talla moral de Bartali creció aún más.