martes, 21 de junio de 2011

Sábado 20 de junio de 1942 (II)

Querida Kitty:

Me siento bien: el día esta bueno y me siento tranquila. Papá y mamá salieron y Margot se fue a jugar Ping-pong con otros compañeros a la casa de una amiga.
Yo también juego mucho ping-pong en estos últimos tiempos. Como a todos los jugadores les encantan los helados, y como en el verano este juego hace sudar a cualquiera, luego del partido vamos generalmente a la confitería más cercana permitida a los judíos, la Delphes o el Oasis. No es necesario pensar en dinero, En el oasis hay tanta gente que nunca falta una caballero o un admirador para ofrecernos más helados de los que podríamos tomar en una semana.
Debe llamarte la atención oírme hablar, a mi edad, de admiradores. ¡No sé!...Habría que pensar que es un mal inevitable en nuestra escuela. En cuanto un compañero me propone acompañarme a casa en bicicleta, empezamos a conversar, y nueve de casa diez, se trata de algún muchacho que comienza a decirte cosas, llenas de un fogoso entusiasmo, sin dejar de mirarte. Al cabo de unos momentos, disminuye el entusiasmo, por la sencilla razón de que yo no presto mayor atención a sus ardientes miradas, y que continúo pedaleando a toda velocidad. Si por casualidad, comienza con rodeos y habla de “pedir permiso a su papá”, yo me balanceo un poco en la bicicleta, y dejo caer mi bolsón. Una vez que el muchacho se siente obligado a bajarse para recogerlo, yo me las ingenio para cambiar la conversación.
Este es un ejemplo de lo más inocente. Hay, por  supuesto, los que te envían besos o tratan de apoderarse de tu brazo, peor esos fallan a tiro, pues yo me bajo diciendo que puedo pasarme sin su compañía, o bien me hago la ofendida, diciéndoles muy claramente que se vayan. 
Después de esto, las reglas quedan claras. Hasta mañana.
Tuya, Anna.

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