Aunque Anna
Frank murió cuando solo tenía 15 años,
La leyenda
que creo y el mensaje
Que dejo al mundo son imperecederos.
¿Y Por
Que cree usted que vale la pena la salvación de la especie humana? –
Pregunto un día cierto jovencito
discutidor al magistrado Félix
Frankfurter del tribunal supremo de Estados Unidos.
- He leído el diario de Anna Frank- Contesto el magistrado.
El diario de Anna Frank se ha publicado en varios idiomas, y ha
logrado una venta de millones de ejemplares. Desarrollado en una obra teatral
se represento, en 20 países diferentes (1956-57) y la 20 Century Fox filmo la obra.
Para explicar esta
asombrosa reacción del público, es necesario ante todo, comprender a la niña
que fue Anna Frank.
Cuando Hitler escalo al
poder, Otto Frank era un banquero radicado en Alemania, se había casado en
1925. Su primera hija nació en 1926 Margot; tres años después nació la segunda,
Annelies Marie. En la familia se le llamaba Anna.
En aquel otoño de 1933 en
que Hitler disparaba un decreto tras otro contra los judíos, Otto Frank
resolvió emigrar a la hospitalaria Holanda. Estableció una pequeña compañía en
Ámsterdam. Poco antes del comienzo de las hostilidades, acepto como asociado al
señor Van Daan, un compañero de exilio. Traficaban principalmente especias. Por
lo general, su comercio iba lento. En una ocasión, el señor Frank se vio
forzado a pedir a sus empleados que aceptaran una rebaja temporal en los
modestos sueldos. Ninguno se despidió. Se sentían atraídos por el natural dulce
y generoso del patrón. Admiraban su recio temple y el celo con que procuraba
dar a sus hijas una buena educación.
En cuanto alumna, no fue
Anna particularmente brillante. Muchos de los amigos, junto con sus padres,
creían que Margot, prometía más. Anna se distinguía por el interés que tomaba
en los problemas de otras personas. Emotiva, tenaz…ofrecía, según dijo alguna
vez su padre, “un verdadero caso de niño
problema; y era gran conversadora y muy aficionada a vestirse bien”. La
vida urbana, en la que Anna podía verse rodeada de una parlera multitud de
amiguitas, se avenía con sus gustos perfectamente: circunstancia feliz, ya que
la familia de Frank no tenía auto, y solo muy tarde en tarde podía permitirse
unas vacaciones.
Al invadir los nazis
Holanda en 1940, Los Frank quedaron atrapados. Antes muchos judíos de
Ámsterdam, Otto Frank se dio cuenta de que se acercaba el momento en que el y
su familia tendrían que ocultarse. Decidió esconderse en la propia casa donde
trabajaba, situada frente a uno de los canales bordeados de árboles de
Ámsterdam. Se prepararon secretamente unas habitaciones abandonadas del piso
alto, de modo que pudieran servir de refugio a los Frank y a los Van Daan.
En los comienzos de julio
de 1942, se llamo a comparecencia, para su deportación a Margot Frank, que no
se presento. Inmediatamente, los Frank se mudaron a su escondite, seguidos al
poco tiempo por los Van Daan. Cuatro meses depuse, acogieron a otro judío, un
dentista, en su ya atiborrado escondrijo.
Eran
ocho personas perseguidas. Cualquier ruido, cualquier luz, podía delatar su
presencia. Mantenían tenue vinculo con el mundo exterior mediante radio y
cuatro valerosos miembros del personal de Otto Frank, entre ellos dos
mecanógrafas que a escondidas traían alimentos, libros, revistas… esto aparte,
no tenían otra compañía que la de un gato.
Durante
aquel encierro, Anna resolvió continuar llevando un diario que sus padres le
habían regalado en su decimotercer cumpleaños. En el describía anna la vida en
la buhardilla, con todas sus inevitables tiranteces y desavenencias. Pero fue,
ante todo, creando en sus páginas una delicada, maravillosa crónica de la adolescencia bosquejando con entera
honestidad los pensamientos y sentimientos de una jovencita, sus ansias, su
soledad. “me siento como un pajarillo cantor a quien han cortado brutalmente
las alas y vuela en profunda oscuridad contra las rejas de la jaula” escribía
cuando llevaba cerca de año y medio aislada del mundo. A los dos meses, había
llenado todas las páginas de su diario, un librito encuadernado en tela de
tartan; y una de las mecanógrafas, Miep, le regalo un cuaderno de ejercicios
escolares. Después utilizo el cuaderno de química de su hermana Margot.
Anna
revela en su libro una saludable confianza en la sabiduría de su padre; la
pena, tal como ingenuamente la sentía, de que su madre no la supiera entender;
el éxtasis de su primer beso arrobador, cambiado con aquel mozo de 17 años,
hijo de los Van Daan: en suma, la floración de una encantadora personalidad
femenina, ávida de enfrentarse a la vida con valor adulto y plena conciencia.
En
una tira de papel escribió Anna nombres ficticios que pensaba usar, en caso de
lograr la publicación de sus memorias. Por de pronto, el diario intimo secreto,
que recataba de todos, especialmente del dentista gruñón con quien tenia que
compartir su diminuto dormitorio.
El
padre le dio permiso para guardar sus diarios en su maletín.
Otto
Frank no los leyó hasta después de muerta su hija.
El
04 de agosto de 1944, cinco polizontes nazis, uno alemán y los otros holandeses
irrumpieron súbitamente escaleras arriba. (Como se había descubierto el secreto de la buhardilla,
nadie lo sabe) “¿Dónde tenéis dinero y alhajas?”- Gritaron.
La
señora Frank y la señora Van Daan guardaban algo de oro y joyería. Rápidamente
quedo todo descubierto. En la busca de algo en que llevarse el botín, uno de los
policías dio con la cartera del señor Frank. La abrió y volcó su contenido por
el suelo, no parando en atención en los cuadernos de Anna. Sin más miramientos
todas las personas de la buhardilla quedaron arrestadas.
A
principios de septiembre, mientras los ejércitos aliados al mando de Eisenhower
iban acercándose rápidamente a Holanda,
se traslado a los Frank, a los Van Daan y al dentista, en vagones, a Auschwitz,
el letal campo de concentración de los nazis en el sur de Polonia. Allí
separaron a Otto Frank de su mujer y sus hijas, sin darles tiempo para decirles
adiós. A la señora Frank a margot y Anna, se les condujo al sector femenino del
campo, en donde la señora Frank murió de extenuación. Los Van Daan y el dentista también perecieron.
Anna
se revelo como brava dirigente de su pequeño grupo de cautivos.
Cuando
no tenían nada que comer, osaba ir ala cocina para reclamar alimentos,
constantemente animaba a Margot a no darse por vencida. Una vez paso al lado de
centenares de niños húngaros judío que esperaban de pies desnudos, bajo la
helada lluvia, a que s eles condujese a las cámaras de gas, incapaces de
entender la causa de los horrores a que los adultos en la tierra los sometían.
“!oh,
miren sus ojos!” Gimió.
Luego
en el otoño, ella y su hermana las trasladaron a otro campo, Bergen-Belsen,
entre Berlín y Hamburgo. Un buen amigo
la vio allí “aterida de frió y hambrienta, la cabeza afeitada, el cuerpecito
esquelético dibujándose bajo el deforme sayal rayado del campo de
concentración”. Se hallaba lastimosamente débil, consumida por la fiebre
tifoidea. Murió a primeros de marzo de 1945, unos días después que Margot. A
las dos las arrojaron en una fosa común.
Otto
Frank hallo manera de sobrevivir a las penalidades del campo de auschwitz. Le
pusieron en libertad los rusos a comienzos de 1945, y en el verano llego a
Ámsterdam liberada. Supo por un amigo la muerte de su mujer, pero abrigaba la
esperanza de que anna y Margot volvieran. Al cabo de seis semanas de vano
aguardar se encontró con alguien que lo enterote que ambas habían perecido. Fue
entonces cuando Miep, su antigua secretaria,
le entrego los diarios de Anna.
Una
semana después del arresto de la familia Frank, Miep volvió temerariamente al
escondite. Había en el suelo un montoncillo de papeles. Miep reconoció en ellos
los manuscritos de Anna, y decidió conservarlos, pero sin leerlo. Si los
hubiese leído habría encontrado en sus paginas detallada información de los
auxilios que ella y otras personas, a riesgo de su vida, habían prestado a los
Frank, y habría quizás destruido testimonios tan comprometedores.
Tardo
muchas semanas Otto Frank en leer lo que su difunta hija escribiera. Cada dos o
tres paginas la congoja le impedía continuar la lectura. Como su madre aun vivía
(había emigrado a Suiza donde residían otros parientes cercanos) empezó a copiar el manuscrito para la abuela. Salto
ciertos pasajes que juzgo demasiado íntimos o que podían lastimar los sentimientos
de otros, aunque la idea de publicar el diario no llego a ocurrírsele. Dio una
copia mecanografiada aun amigo intimo, el cual se la presto a un profesor de
historia contemporánea. Con gran sorpresa de Otto, el profesor de historia
dedico un artículo al diario de Anna en un periódico holandés. Los amigos de
Otto lo instaron entonces a publicar las memorias de su hija, como ella misma
lo deseara, pues en una pagina había escrito “Cuando se acabe la guerra quiero
publicar un libro con el titulo la Buhardilla. Mi diario podrá servirme para este propósito”.
Cuando
el padre de la autora dio al fin el consentimiento para la publicación, dos
editores holandeses rechazaron el original. Lo acepto sin embargo el
tercero…que ha vendido millones de ejemplares en la edición holandesa.
Siguieron
otras ediciones de ejemplares en Japón, Inglaterra, estados unidos. Fueron
llegando a Otto numerosísimas cartas, una de Italia con las siguiente dirección:
“Otto Frank, padre de Anna de Ámsterdam” algunos de los que escribían mostraban
dudas sobre la autenticidad del diario; la mayoría expresaba su admiración y su
pena. Las muchachas de la edad de Anna le exponían sus problemas. “o señor
Frank – escribía una de ellas- Anna se me parece tanto que a veces no se donde
empiezo yo y donde termina ella” Muchas personas enviaron regalos. Hubo una
jovencita japonesa que confecciono lindas muñecas especialmente para el. Una
escultora holandesa le obsequio una escultura de Anna. En los cumpleaños de
Anna y Margot le llegaron flores anónimamente.
Tal
numero de cartas continuo recibiendo Frank que se vio obligado a retirarse de
los negocios. El cuidado del diario de Anna se ha convertido en pasión, la
misión de su existencia. Vive ahora modestamente en Suiza. Todos los derechos
de propiedad intelectual del Diario los consagra a fines humanitarios que, a su
juicio, habrían merecido la aprobación de Anna.
Todas
las cartas las contesta el personalmente. Cada día llegan otras nuevas que le
recuerdan las perdidas que ha sufrido, pero
siente que hay verdad y consolación en las palabras que la directora de
una de las principales escuelas de Londres le escribió: “debe ser una fuente de
profundo gozo para usted, dentro de su pena, tener la certeza de que la vida de
Anna, en su mas hondo sentido, es ahora, precisamente, cuando comienza”.
La
acogida más notable la proporciono Alemania. Al hacerse en 1950 la primera
impresión de 4.500 ejemplares del diario, muchos libreros sintieron miedo al
ponerlo en los escaparates. Actualmente las ventas de la edición alemana de
bolsillo han sobrepasado el millón de ejemplares.
En
los días en que se anuncio el estreno drama simultáneamente en seis ciudades
alemanas, nadie sabía cual iba a ser la reacción del público. La obra fue desarrollándose
a través de breves escenas. No aparecían nazis en el escenario, pero se hacia
sentir, minuto a minuto. Por ultimo, se oyen las botazas de los nazis
irrumpiendo escaleras arriba para allanar el refugio. En el fin del epilogo,
únicamente el padre queda en escena, un anciano solitario. Con serena actitud
cuenta como vino a saber que su mujer y sus hijas habían muerto. Tomando el
pequeño diario de Anna, va pasando paginas, en la busca de un determinado
pasaje; al encontrarlo se oye la voz juvenil, confiada, de su hija, que dice:
“A pesar de todo, aun creo que la gente es realmente buena en el fondo de su
corazón”.
Nutridos
auditorios alemanes vieron la representación de la tragedia de Anna Frank con
silenciosa emoción cargada de remordimiento. En Dusseldorf los espectadores ni
siquiera se movieron de sus sitios en los entreactos. “Se mantuvieron sentados,
inmóviles, cual tuviesen miedo de las luces de afuera, con vergüenza quizás
de darse la cara unos a otros”. Informo algún testigo. El empresario de
Dusseldorf, Kuno Epple, dijo: “El drama de Anna Frank triunfa porque capacita
al espectador para enfrentarse con la historia, personalmente y de modo
directo. Seguimos el Diario de Anna Frank
como un reproche formulado en los mas humildes, conmovedores del hombre para
con el hombre. Nadie nos acusa como alemanes. Nos acusamos nosotros mismos”.
Durante
años, los gobernantes de la
Alemania de Posguerra se afanaron en hacerle ver al pueblo la
índole absurda y criminal del régimen nazista. Fracasaron en el empeño. El Diario de Anna Frank triunfo. El
drama representado en más de 50 ciudades y ante más de un millón de alemanes.
Los actores han recibido decenas de cartas. Una de ellas “Yo he sido un buen
nazi, pero nunca supe lo que ello significaba hasta la otra noche, viendo esa
obra”. Los escolares alemanes enviaron a Otto Frank cartas firmadas por toda la
clase, comunicándole que el diario de Anna les había hecho patente el salvajismo
de la persecución racial.
En
Berlín se estableció una Casa de Anna
Frank, consagrada a la acción social a favor de la juventud. El pueblo de
Berlín ha escogido ese nombre “como símbolo de la tolerancia racial y social”.
Por toda Alemania se han organizado grupos de una asociación denominada Anna Frank al objeto de combatir los
vestigios del antisemitismo hitleriano. En Viena se colecto dinero para la
floresta de Anna Frank, que se
plantaron en Israel.
En
marzo de 1957, un estudiante de Hamburgo sugirió que se depositaran flores
sobre las fosas comunes de Bergen-Belsen, donde reposan los restos de Anna Frank.
Más de 2.000 jóvenes respondieron a este llamamiento. Cientos acudieron allá,
recorriendo bajo la lluvia 130 kilómetros en bicicleta. De pie ante una de
las fosas, una colegiala de 17 años expreso así lo que todos, aquellos
instantes sentían: “Anna Frank eras mas joven que nosotras cuando aniquilaron
su vida horriblemente. Murió porque otros seres humanos habían resuelto
exterminar la raza de Aquella niña. Nunca de nuevo deberá resurgir en nuestro
pueblo semejante morbo, semejante odio inhumano.”
En
verdad, la breve vida de Anna es ahora cuando esta comenzando. Lleva un mensaje
de valor y tolerancia por toda la extensión del planeta.
Anna
vive después de la muerte.
Por Louis de Jong
Enero 1958
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